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miércoles, 20 de enero de 2010


Publico aquí la presentación del Laboratorio del Procomún dedicado al Procomún y Estética. Somos un pequeño grupo de investigación que realizará un ciclo de sesiones en el MediaLab Prado sobre varios temas fundamentales para elaborar una teoría de la sensibilidad estética y la producción artística que devuelva sus bases al campo del procomún y sus procesos y resultados al campo de la autonomía. El coordinador es el profesor de Estética de la UNED Jordi Claramonte, quien ha escrito el texto:
En primer lugar tenemos que dar cuenta de los procesos de „cercamiento“ que, tal y como explicó Marx, convirtieron los commons, los campos de labor en pastos y cotos de caza, para ver que, acaso en un proceso análogo, pueden haberse dado otros procesos de cercamiento que han hecho pasar la estética de ser una teoría de la sensibilidad a ser una seca tautología del poder, es decir, que han convertido también a a la estética en un paisaje de ininterrumpidos pastos y cotos de caza....
Ni qué decir tiene que estos cercamientos, todos ellos, han inducido  procesos de „proletarización“ que han consistido históricamente tanto en el expolio de los campos, caseríos y formas estéticas que formaban los commons como en la progresiva y acumulativa pérdida de las competencias  que permitían habitar esos commons. Inevitablemente, los cercamientos sucedían transformando un paisaje que servía de entorno, base y condición de los cambios mismos.
De esta forma hemos llegado a postular que una comunidad puede definirse mediante el procomún que comparte y que todo procomún consta de un nivel repertorial y uno disposicional dispuestos –conflictivamente casi siempre- en un paisaje.
Buena parte de la investigación epistemológica y antropológica de las dos últimas décadas se ha dedicado con un entusiasmo encomiable a inventar la rueda –en cualquiera de sus variantes- que nos permitía librarnos del paralizante dualismo sujeto-objeto en el campo de los análisis del conocimiento, la cultura o la sensibilidad. A nuestra versión de esa rueda dimos en llamarle "modos de relación" y bajo esa advocación pudimos considerar tanto el sujeto como el objeto de la sensibilidad estética y de la producción artística. En consecuencia, podíamos hablar de una "estética modal" que se caracterizaría seguramente, aparte de su apuesta por los modos de relación como unidades básicas de producción, sentido y evaluación, por vindicar determinados rasgos para pensar la articulación teórica de esas unidades de sentido y análisis, tales como la policontextualidad -es decir la asunción de multitud de contextos de sentido y valoración simultáneos-; un cierto carácter "situado" (algo más que embodied y menos que socialized, como diría un Hamlet modal), un carácter generativo y una contextura relacional que ahuyentara los persistentes fantasmas de lo ontológico .
Ahí estábamos, cuando al hilo del trabajo sobre el procomún se nos ha aparecido la virgen y hemos advertido que los modos de relación surgen del cruce de un nivel repertorial con uno disposicional en su performatividad situada en un "paisaje" concreto.
Entendemos lo repertorial como un conjunto relativamente estable de formas "primas" que dan cuenta del abanico de posibilidades que, en un momento dado, nos define como cultura o incluso (cuando nos ponemos marxianos) como especie. El polo de lo repertorial pretende dar cuenta de esa "relativa estabilidad", de esa constelación de formas que tienden a permanecer y que debemos evitar llamar identidad para no agarrotarla, pero a la que sí podemos reconocerle, necesariamente, una  cierta remanencia.
Eso nos permite introducir el polo de lo disposicional como modo de asumir que siempre lo repertorial va a necesitar de una articulación que lo actualice, que lo ponga a definirse, como una musica que desde una base ritmica o melodica compartida se tiene que improvisar performativamente cada vez que se toca o se oye.  Entiendo lo disposicional, por tanto, como elucidación generativa de lo repertorial, como conjunto de competencias, de inteligencias específicas que actualizan y despliegan de modos siempre diferentes las posibilidades contenidas en lo repertorial.
Pensamos el paisaje como una matriz de conflictividades, donde diversos modos de relación pertenecientes o no a una misma repertorialidad han de convivir. En muchos casos -con la globalización cada vez más- lo que el paisaje alberga son choques y encuentros de fragmentos, añicos casi, de diferentes repertorialidades y diferentes organizaciones de lo disposicional. A menudo, cada vez más, los repertorios aparecen fragmentados y las competencias extrañadas, convertidas en triste excepción o en patrimonio corporativo de expertos.
Considerar los diferentes paisajes y considerar la interaccion de esos dos polos -repertorial y disposicional- nos permite tambien dar cuenta de todo el gradiente a partir desde el que entender y ubicar a diferentes sociedades según se hallen -o crean hallarse-  más apegadas a sus configuraciones relativamente estables o  a la puesta en juego performativa de las mismas.
Ya en un plano operacional y de claro alcance político, se impone un trabajo de reconstrucción -tan impostado como queramos- del procomún repertorial y disposicional que nunca hemos tenido y que sin embargo echamos de menos cosa mala.
Esta es la idea desde la que empezamos y desde la que tramaremos las diferentes sesiones públicas del grupo de investigación.
Más información en: http://medialab-prado.es/http://medialab-prado.es/

lunes, 11 de enero de 2010







viernes, 8 de enero de 2010

Hoy leemos en todos los periódicos que la mortalidad en las carreteras esta Navidad ha caído un 30% respecto al año pasado. Concretamente, entre el 22 de diciembre y la pasada medianoche, han perdido la vida 71 personas en 60 accidentes, según informa la Dirección General de Tráfico.
Los datos revelan que la tendencia a la reducción de la mortalidad en las carreteras se mantiene desde hace dos años, gracias, afirma el diario El País, a “la combinación de medidas preventivas y represivas. Desde la entrada en vigor del carné por puntos hace tres años y medio, la DGT ha concienciado a los conductores con múltiples campañas a la vez que el Gobierno modificado el Código Penal, se han implantado más radares y se ha aprobado la nueva Ley de Seguridad Vial, que entrará en vigor en mayo de este año”.
Aunque la noticia es positiva, me lleva a reflexionar sobre varios puntos. En primer lugar, sobre el tratamiento del tema por parte de los medios de comunicación: el bombardeo de cifras (¿inevitable?) al que nos someten estos cada vez que hay un periodo festivo reduce a las víctimas a simples números y no va acompañado de un análisis sobre las causas de los accidentes, de la opinión de expertos, de un debate posibles soluciones a este problema, etc. Vivimos en la época de las cifras, las encuestas y las estadísticas, que son muy útiles, pero, si no van acompañadas de análisis, pierden su eficacia.
En segundo lugar, aunque el número de accidentes haya disminuido, 71 muertes en 16 días es una cifra muy grande que debería llevarnos, más que a felicitarnos, a buscar soluciones. Y entre ellas, echo de menos que se hable sobre el estado de las carreteras o la deficiencia del transporte público, que, aunque quizás no sean aspectos claves, creo que sí contribuyen a dificultar la vida a quienes tenemos que desplazarnos en Navidad.
Foto: tomada en Kochin (India)



“Uno de mis maestros una vez me dijo que dentro de la danza existen los que son grandes maestros; otros, son grandes bailarines, otros son maravillosos coreógrafos, pero sólo una pequeña minoría sabe hacer
bien estas tres cosas”. Las palabras del profesor de Munique Neith, directora del Festival de Danza Oriental de Barcelona, desenredan la madeja de tareas que se confunden, chocan, se entrecruzan y a veces se fusionan dentro del mundo de la danza. Entre ellas, se distingue una labor muy especial, tal vez la más creativa, siempre con valor en sí misma: la del coreógrafo.
“El coreógrafo es el creador. Normalmente lo es el bailarín que ya tiene una experiencia de la
vida y llega un momento en que siente la necesidad de crear, pero hay también gente que nace con dones y a una edad temprana ya quiere coreografiar”. Es la definión de otro maestro, Víctor Ullate. “Coreografiar es una experiencia maravillosa, estás flotando, tienes sensación de poder, puedes controlarlo todo”, afirma Ángel Rojas, de Rojas & Rodríguez.
Tal vez esa sensación de poder llevó a los hombres de Egipto y de la Grecia Antigua a realizar las primeras coreografías para honrar a los dioses. Unos bailes que ya mostraban uno de los principales rasgos del coreógrafo: ser testigo de su tiempo. En el Renacimiento, cuando surgieron los primeros coreógrafos profesionales, la danza quería plasmar la refinada vida de la corte, por lo que el recién nacido ballet clásico buscaba la perfección en cada paso. Esto cambió a finales de la Primera Guerra Mundial, cuando los coreógrafos, sintiéndose encarcelados en un mundo desgarrado, reivindicaron la libre expresión en la danza. Llegaron entonces la influencia de bailes africanos y caribeños, las nuevas técnicas de entrenamiento como la de Martha Graham, y más tarde, la centralidad del cuerpo de la danza contemporánea, la fusión, el compromiso, el teatro-danza de Pina Bausch... La reivindicación, en definitiva, de la expresión en libertad.

La travesía del demiurgo

“Al encontrar mis propios códigos no me ha quedado otro remedio que ser coreógrafo, tenía la necesidad de plasmar mis inquietudes y mi visión del mundo a través del baile”, explica Miguel Ángel Berna. Y es que coreografiar es un proceso íntimo, una expresión de sentimientos y cosmovisiones a través del propio cuerpo y del de los bailarines. Por eso, una de las dificultades que encuentran los coreógrafos es hacer realidad los movimientos que tienen en la cabeza, para lo que necesitan grandes dosis de compañerismo y comunicación. ¿Pero cómo empieza el proceso del coreógrafo en la creación del espectáculo? Cada profesional tiene su técnica, aunque todos coinciden en que parten de una historia personal, “una idea, una experiencia, algo que está pasando en la calle o un sentimiento”, explica Miguel Ángel Berna. A partir de aquí y con la ayuda de la música, los bailarines y todos los recursos disponibles, van surgiendo movimientos, latidos, ambientes... que darán forma a la coreografía. Laura Kumin, directora del Certamen Coreográfico de Madrid, nos cuenta que lo esencial de éstas es “un punto de partida claro, una utilización coherente de los medios (intérpretes, lenguaje coreográfico, música, iluminación, vestuario...), la seguridad para eliminar lo superfluo y una voz propia”. Sólo así se consigue “que el público pueda ver la música y escuchar la danza”, como dice Munique Neith.

Piedras en el camino

Pero por mucha voz propia que tengan los coreógrafos, su camino hacia los teatros está cargado de  obstáculos. “Falta de tiempo, de espacio y de medios para la creación son las principales dificultades con las que se encuentra -explica Laura Kumin-. Es díficil madurar como coreógrafo si no tienes la posibilidad de dedicarte a ello. Hoy día, sigue siendo un lujo realizar una creación sin tener que compaginarlo con otros trabajos”. Esta situación hace que muchos coreógrafos tengan que irse al extranjero para trabajar. Joaquín Cortés o Sara Baras son sólo dos ejemplos. “No es una cuestión de querer ser reconocido o no, sino más bien de poder trabajar”, afirma Asier Zabaleta, quien también “emigró” un tiempo a Ginebra. Otros, como
Carmen Werner, son más optimistas: “son intercambios que se han hecho siempre. También hay gente de fuera que viene a bailar aquí”. Eventos como el Certamen Coreográfico de Madrid son atajos donde los jóvenes creadores pueden dar salida a sus producciones, por lo que en ellos puede oírse el latido de la danza del siglo XXI y su nueva idiosincrasia. “En las 21 ediciones del certamen, vemos que las coreografías tienen una mayor amplitud de mira, los coreógrafos tienen más formación y hay más comunicación con otras disciplinas”, afirma Laura Kumin. Danza, teatro, audiovisuales, estilos clásicos y contemporáneos, cercanos y exóticos se fusionan en una nueva creatividad. Tanto es así, que algunos coreógrafos, como Carmen Werner, afirman que “estamos llegando a un punto en que las disciplinas se engloban en un solo concepto: el de artes contemporáneas”, sostiene.
“Una manera de transmitir” que empieza a bajar de su trono y a encontrar salidas en circuitos alternativos. “Poquito a poco se está abriendo un abanico de posibilidades en la danza. Ya no es la eterna bella, que sólo sirve para adornar, ahora es capaz de decir cosas y por ello ya no sólo la élite se acerca a ella”, afirma Asier Zabaleta. El coreógrafo acoge estas nuevas posibilidades e intenta aprovecharlas al máximo con creaciones que ya no hablan a una minoría, sino al todo el que quiera escuchar. Como dice Carmen Werner, “¿qué se puede hacer con el mar para que lo aprecie quien lo ve?, son cosas que no necesitan entendimiento, sólo hay que observarlas y dejar que se adentren en ti hasta crear tu propia historia interna”.
He aquí la esencia de la coreografía.

Reportaje publicado en 2009.
Fotos: Vanesa Sánchez, Rosa (Flickr), Arantxata (Flickr)